Lejos de su entorno habitual, los adictos internados en Las Moritas centran su tratamiento en la abstinencia a las drogas, en la reflexión sobre lo que han sido sus vidas y el impacto que el consumo de estas sustancias ha causado en ellas. A menudo, afloran sentimientos y emociones que permanecían dormidos por los efectos de los estupefacientes. Deben hacer frente a sus errores, sus miedos, a sus desilusiones y a la falta de autoestima.
Lo primero en que los terapeutas de la institución ponen énfasis es en los hábitos. La mayoría de los pacientes, antes de internarse, llevan una vida muy desordenada. "Lo importante es que sean protagonistas de su propio tratamiento. Para ingresar aquí tienen que estar convencidos de que quieren recuperarse", señala la directora, Carla María Tayler. "Tienen que abandonar la idea de que son víctimas de las sustancias y posicionarse como personas que pueden elegir otro camino", indica.
Lo más importante de la terapia es la recuperación de la palabra. Es por eso que tienen talleres de literatura y otros espacios para hablar de sus historias, destaca la subdirectora, María Emilia Molina. Además, en el tratamiento se le da un espacio a la familia para que acompañe al adicto. También hay talleres de deportivos, artísticos y presentarán oficialmente la granja de Las Moritas. Las especialistas saben que en la mayoría de los tratamientos son bajos los niveles de recuperación de adictos (a nivel mundial se calcula que sólo un 30 % se recupera). Por eso toman con naturalidad el hecho de que algunos pacientes abandonen la institución y luego regresen. Desde que comenzaron a recibir internos, a comienzos de este año, hubo seis casos de adictos que dejaron la terapia y dos de ellos pidieron retornar.
Lo que sí les preocupa a las autoridades es cómo será el egreso de los pacientes. En ese sentido, remarcaron que se debe trabajar articuladamente con otras áreas para que cuando salgan tengan una ocupación y la suficiente contención para evitar recaídas.
Además de Las Moritas, muchos adictos asisten al Centro de Asistencia y Prevención de las Adicciones del hospital Avellaneda, donde aumentaron casi al doble los casos de chicos que consumen "paco". Allí llegan pacientes desnutridos, con problemas respiratorios y neurológicos y con trastornos psíquicos, como consecuencia de su adicción a esta sustancia.
La mayoría de los pacientes habitan en La Costanera y presentan un grave deterioro físico. Pese a las denuncias de varios profesionales de la salud, aún no hubo ningún plan intensivo y coordinado para combatir este flagelo.